Taxista inoportuno
Cistroyo era un hombre que siempre estaba muy cansado y nunca tenía de salir con su mujer, hasta que un buen día ella le dice:
– Mira Cistroyo, no se porque estás siempre tan cansado y no quieres salir, pero yo ya no puedo aguantar más y necesito un poquito de diversión.
– Vale, de acuerdo, dice Cistroyo.
En eso que salen un viernes por la noche y pasan por delante de un bar y la mujer le dije:
– Venga entremos aquí que parece que está muy bien y hay mucho ambiente.
– No, no, dice Cistroyo, no creo que aquí nos lo pasemos bien.
– He dicho que entramos y entramos.
Se van acercando los dos a la puerta y el portero con gran alegría dice:
– Hombre Cistroyo, que tal como estás?? encantado de volver a verte.
Cistroyo avergonzado decide entrar cabizbajo y rápido.
Y la mujer le pregunta enseguida:
– Cistroyo, como es que te ha reconocido este hombre??
– Hhhmmm…, es que es un primo de mi jefe, del trabajo, sabes?
Se sientan en la barra y dos jovenzuelas que estaban tomando una copa reconocen a Cistroyo.
– Hombre Cistroyo, que tal? como estás? muá, muá.
La mujer le vuelve a preguntar:
– Pero Cistroyo, de que conoces a estas facilonas?
– Pues mira, resulta que son unas sobrinas del jefe, tu sabes, de mi jefe…
La mujer pide al camarero y enseguida, el camarero, reconoce de muevo a Cistroyo:
– Hombre tío, que pasa? que tal, como estás? encantado de volver verte.
Y la mujer, en tono triste y hecha polvo le dice:
– Cistroyo, tu me engañas, tu ya no me quieres.
– No, no, no es verdad. Resulta que este es un hermano de Miguel, el que trabaja conmigo en la empresa, sabes?
– No se, no se. Ya no se que pensar.
Al cabo de una horita deciden irse y se oye por los altavoces:
– Y ahora, demos una fuerte despedida a Cistroyo!!!!
Y todo el bar coreaba el nombre de Cistroyo.
Su mujer estaba destrozada, llorando le volvía a repetir:
– Tu me engañas Cistroyo, lo se, lo puedo imaginar.
Entre los llantos de la mujer y las disculpas y excusas de Cistroyo suben a un taxi.
– Hombre que tal Cistroyo, como estas? – dice el taxista.
Y la mujer rompió a llorar, repitiendo una y otra vez:
– Tu me engañas Cistroyo. Tu no vas a trabajar por las noches, tu me engañas, no me quieres.
Cistroyo intentaba consolarla al tiempo que se gira el taxista y le dice:
– Oye Cistroyo, al mismo hotel de todas las noches?
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