Generosa contribución.
Un empleado que trabaja en la Oficina de Correos encargado de procesar todos los envíos con direcciones ilegibles encontró una carta dirigida a Dios en su escritorio.
Escrita con una letra temblorosa, el empleado de correos piensa:
«Mejor abriré esta carta y veré de qué se trata».
Así que abre el sobre y saca la carta que dice:
«Dios mío, soy una viuda jubilada de 81 años que vive con una pensión muy pequeña, ayer alguien robó mi cartera; en su interior tenía cien dólares, que era todo el dinero que tenía hasta cobrar mi próximo cheque de pensión».
«El domingo que viene es mi cumpleaños y había invitado a mis amigos a cenar.
Ahora, sin ese dinero, no tengo nada con que comprar comida.
No tengo familia a quien acudir, tú eres mi única esperanza. ¿Podrías ayudarme por favor?».
El empleado de correos se emociona y muestra la carta a sus compañeros.
Y todos juntos deciden hacer una colecta. Cada uno de ellos contribuye con unos pocos dólares.
Al acabar la ronda y contar el dinero, ¡habían recogido hasta 96 dólares!
Los metieron en un sobre, y se los enviaron a la anciana.
Llegó su cumpleaños y, unos días más tarde, en la oficina de correos reciben otra carta de la mujer -de nuevo, dirigida a Dios.
Todos los trabajadores se reúnen emocionados para abrir la carta, que dice:
«Querido Dios, ¿cómo puedo agradecerte lo que hiciste por mí?»
«Gracias a tu inmensa generosidad pude tener una encantadora velada con mis amigos.
A ellos les expliqué sobre tu maravilloso regalo».
«Aunque, por cierto, faltaron 4 dólares. Sin duda que debieron robarlos esos ladrones de la Oficina de Correos».
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