Mi marido está aquí
Rodrigo entró al bar, se sentó en su lugar favorito.
Después de los saludos de rigor, le comentó a sus amigos:
– Mi mujer me ama como jamás ninguna mujer amó a un hombre.
El cantinero preguntó:
– Ah, ¿sí? ¿Y por qué? -preguntó el cantinero.
– Bueno, la semana pasada pedí dos días por enfermedad en el trabajo. Mi esposa estaba tan nerviosa y contenta de tenerme en casa, que cada vez que venía el lechero, el portero o el cartero, salía corriendo a la calle agitando los brazos y gritando «¡mi marido está en casa, mi marido está en casa!»