Aventando tomates
Un hombre demasiado aburrido, con dinero y sin nada que hacer, pasa por la puerta de un teatro de barrio donde en cartelera se presenta una obra que ha recibido muy mala crítica.
Frente al teatro, hay una verdulería, por lo que decide divertirse un rato. Cruza de vereda, le pide al verdulero dos kilos de tomates para salsa (bien maduros), y luego se dirige a la taquilla del teatro para sacar boleto en primera fila.
Solo hay unos diez espectadores en la sala, pero el telón abre de todas maneras y comienza la función.
A poco de dar inicio a la obra, el ocioso comienza a aventar los tomates a los actores, hasta que todos y cada uno de ellos abandona el escenario.
Cuando eso sucede, el hombre comienza a aplaudir de pie, pidiendo que se repita la función.
Entonces, uno de los concurrentes, furioso por la actitud del individuo, le pregunta por qué, si ha agredido tan violentamente a los actores, quiere que regresen a escena.
– Es que aún me quedan dos tomates -responde el ocioso- Y con lo caros que están, no quisiera que se desperdiciaran.